CARAS NUEVAS ENTRE LOS INVITADOS
June 26, 2005
Jose Antonio Evora, El Nuevo Herald

¿Qué hacen en una misma exposición Diego Rivera y Alexis Fernández; Leonora Carrington y Hugo Crosthwaite; Roberto Fabelo y Michelle Concepción? "Los maestros de hoy y los de mañana; esa es la idea", dice la galerista Virginia Miller.

Cada verano, ArtSpace/Virginia Miller Galleries presenta en su sede de Coral Gables una muestra colectiva bajo el nombre de Latin American Invitational. En la de este año, además de los artistas citados, hay modestas piezas de David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Pablo O'Higgins y Francisco Zúñiga, junto a las de Gunther Gerzso, Marco Tulio, Arturo Rodríguez, César Menéndez y Alfredo Arcia.

A estas alturas, una muestra como la que nos ocupa sirve fundamentalmente para medir qué tiene tal o cual galería en stock y cuáles son los nichos que anda explorando. El arte mexicano es el mejor representado aquí, no tanto por los archiconocidos nombres de Rivera y Siqueiros ni por la invariable seducción de Carrington, como por los nuevos valores, entre los que el nombre de Hugo Crosthwaite ya ha llamado la atención.

Se puede chocar con la versatilidad de Gerzso, que antes de afincarse en la abstracción hizo magníficos diseños escenográficos para teatro de los cuales brota, y ni tan solapado, el expresionismo alemán; con la maestría del cubano Fabelo, que podría dibujar el silencio, y hasta con la enjundia aún no cuajada técnicamente de Alfredo Arcia. Pero son las piezas de la venezolana Alexis Fernández, del colombiano Marco Tulio y de la puertorriqueña Michelle Concepción las que reclaman más atención en el grupo de los relativamente desconocidos.

Era el óleo Amarillo (2001), de Fernández, el que daba la cara en la invitación a la apertura de la muestra. Formada en la Escuela de Artes Visuales Cristóbal Rojas, de Caracas, Alexis Fernández tiene una pintura en la que el estilo figurativo marcadamente realista no le quita alas a la imaginación. Son dos cuadros en uno, por no decir que en paredes y rincones se muestran y ocultan otros. De la manera en que comúnmente se presenta la Virgen en la iconografía religiosa, Fernández coloca al centro una imagen de mestiza rematada por un barquito de papel que echa humo y tiene casas con chimeneas en la parte baja del vestido, sobre una mesa que desde el cuadro de fondo abre una gaveta al de primer plano. Al margen de semejante trama, de los papeles al vuelo y de las tazas suspendidas en la ingravidez, lo que da misterio al cuadro son los pasillos insondables que lo recorren desde el fondo hasta la superficie; es decir: hasta cualquier punto elegido por el espectador como foco de atención. El juego de luces y de sombras da a entender que la artista se tomó bien en serio el asunto de la perspectiva en la academia, y que lo aprovechó no sólo con rigor y elegancia, sino también con originalidad.

Aunque Marco Tulio es un hiperrealista desde el punto de vista de la forma, la definición le queda corta al lado conceptual de su trabajo. Aquí pueden verse sólo dos de sus óleos, pero bastan para que el espectador curioso se ponga a rastrearlo en internet y consiga asomarse a otras piezas suyas. En tiempos en que no se le rinde mucho culto al rigor técnico en el oficio de la pintura, Tulio parece haber empezado por demostrarse a sí mismo que sabe pintar para luego moverse a su antojo.

Y por último Michelle Concepción. Sus dos grandes óleos abstractos descuellan por la impecable factura, pero más aún por lo que con ella consiguen. Es más fácil caer en el mimetismo por la vía de la abstracción que por el de la figuración, pues la insignificancia puede encubrirse mejor cuando parece un enigma indescrifrable que cuando recuerda un paisaje. En Hybrid 2 y Negro 19, la artista puertorriqueña toca otros mundos, que así como pretenden dar una idea de la serenidad son obra de ella. Son dibujos al óleo, tan penetrantes que puede uno sumergirse en sus burbujas. Ojalá Virginia Miller se anime y tengamos pronto en su galería un recorrido más amplio por la obra de Concepción.