HUGO CROSTHWAITE de Gran Fuerza Dramatica
Domingo, 1 Mayo 2005
Carlos M. Luis, El Nuevo Herald

En la compleja historia del arte moderno todo parece ser viejo y reciente a la vez. Cuando vemos un nuevo "ismo" aparecer en el horizonte orto lo reemplaza casi de inmediato y así sucesivamente. Por otra parte, se hace dificil trazar una línea recta que nos lleve hasta donde se mueven los hilos que impone la moda. Tan pronto el arte conceptual parece ser el centro de atención de los críticos, coleccionistas, casas de subasta y demás cuando surge, no se sabe bien de dónde, una contracorriente que dictamina la nueva tendencia a seguir. Ahora aparentemente presenciamos una vuelta a la figura humana y con ella el uso de técnicas elaboradas desde el Renacimiento y el Romanticismo. En la América Latina la corriente realista y sus variaciones tipo surrealismo "mágico" siempre ha tenido un fuerte arraigo. En México, país natal de Hugo Crosthwaite, esa corriente estuvo particularmente afincada en el muralismo que surgiera durante las primeras décadas del siglo XX. El muralismo frenó en gran medida el desarrollo de otras corrientes de vanguardia, de manera que en términos generales podemos afirmar que un arte como el abstracto, que tuvo más acogida en Venezuela o en Argentina, no experimentó la misma plenitud en México. Me parece entonces que es, dentro de esa confluencia de aceptaciónes y rechazos, donde se sitúa la obra de este joven artista.

Para comprender la obra de Hugo Croshthwaite y sus motivaciones habría que tener en cuenta que México es, dentro de América Latina, un país aparte. Su cultura y tradiciones, en suma, el alma mexicana que Octavio Paz viera como un "laberinto", ha podido expresarse de una forma única y sin rival dentro del arte de todo un continente. La sorprendente obra de este pintor así lo manifiesta. Lo que ocurre es que en su caso, su mirada, además de estar posada en todos los elementos cotidianos que su país le ofrece, se remonta hacia los orígenes que dieron lugar al descubrimiento y la conquista. Lo laberíntico nos sugiere un Barroco que en España tuvo una fecundidad especial y que se implantó especialmente en Mexico conjuntamente con su teología contrareformista. Pero ese Barroco aunque se agotó a su debido tiempo, tuvo también su resurgimiento en un hombre del Romanticismo como la fuera Goya y, a trevés de Quevedo, autor que posiblemente Crosthwaite ha leído detenimiento. Y he aquí entonces que nuestro pintor se siente deudor de toda una tradición que, aunque menciona específicamente a los pintores románticos como Goya, Delacroix, Gericault y Boklin, va más allá, hasta descansar en la gran parafernalia de trucos que el Renacimiento descubriera: desde el claroscuro hasta el "contraposto" pasando por la sacra conversazione y una narrativa abigarrada.

Lo extraordinario de este pintor yace justamente en la forma con que ha podido asimilar un rico legado mediante el uso exclusivo del dibujo. El conjunto de su obra que la galería Virginia Miller está mostrando, es una exploración hacia los elementos primordiales de un arte que va revelándose en cada uno de sus cuadros. La narrativa, sin duda, ayuda a resaltar los detalles de una técnica minuciosa aún sin leer los comentarios que el pintor provee. Creo que, en ese sentido, y a pesar de la importancia que se le ha querido dar al mural [Tablas de una] Novena, las obras de menor formato, poseen una mayor fuerza expresiva. Cuadros como Tocando las cuerdas, Hombre en carrito, Bartolomé, o Contorsionista tocan una tecla emotiva más directa. Quizás la composición de cada uno de estos cuadros (así como de los otros expuestos) posee una especie de ritmo interno que provoca al espectador. El hecho cierto es que frente a esas obras no podemos quedarnos indiferentes, como si nada ocurriera. Por el contrario, la narrativa de la condición humana en su forma más dramática está dada con la misma fuerza que los grandes maestros mexicanos trasmitieran décadas atrás. Solamente recorriendo en lo posible ese laberinto interno del mexicano podemos llegar a un conjunto de pinturas que, como las del Hugo Crosthwaite, revelan su naturaleza.

Habría mucho que hablar de este artista. Baste que además de lo dicho, llame la atención sobre la estructura de sus obras. A pesar de su indiscutible apego a la figuración, el andamiaje que sostiene su composición pudiera ser deconstruído hasta que aparezca una distribución de planos de carácter abstracto. El hecho de que el pintor prefiera el blanco y negra acentúa, en mi opinion, una voluntad de dejar que sus cuadros descansen sobre formas reométricas puras. Ver en este caso Dando la luz de un mal dado, Perro en Mesa, o el Contorsionista cuadros que resaltan una composición concebida a partir de un conocimiento preciso de la geometría. Nada parece indicar que Hugo Crosthwaite abandone la figuracion pero, si se decidiera, podría hacer una pintura abstracta con la misma maestría que demuestra con el realismo. Esta es, sin duda, una exposición que no dejará a nadie con las manos vacías.





Pescadores, Tocando las cuerdas y a la derecha Visión de Juana.